Soles, las manos tras las camelias de Río Tollo

Su pasión por las plantas la han llevado a liderar el crecimiento del cultivo estrella de Río Tollo, que cuenta con casi 100 variedades de camelia y tiene otro medio centenar en estudio

Su pasión por las plantas le viene de familia. Con 14 años empezó a coleccionar sus primeros ejemplares recolectados de los jardines del barrio, demasiados para el gusto de su madre, que siempre le aconsejaba tener pocas y bien puestas para que lucieran. Quién le iba a decir a María Soledad Rodríguez, Soles, que años después se iba a convertir en la experta en camelia de Río Tollo. Sus manos guardan el secreto del cultivo estrella del vivero, que empezó con apenas 7.000 esquejes y que ahora ya supera el millón y medio cada año.

Aunque su pasión por ellas no fue un flechazo, fue un amor forjado a fuego lento. “En casa teníamos dos camelias que mi abuelo había ido a comprar al mercado a Oporto, una roja y una bicolor, pero yo las veía inaccesibles, como un cultivo muy difícil, que necesitaba muchos conocimientos”, recuerda. Una idea que arraigó en ella todavía más cuando al trasplantar los dos árboles, ya con más de 50 años de antigüedad, no sobrevivieron.

Nunca pensó que acabaría dedicándose a su verdadera pasión, aunque siempre que podía se escapaba en busca de plantas con su hermano Santos, vinculado al sector. Hasta que un día él le hizo una propuesta de locos: intentar introducir la camelia en la comarca. Era el nacimiento de Río Tollo, creado conjuntamente con otros dos socios, Quin y Jose. “Yo lo veía como algo muy difícil, me parecía imposible empezar a producir en maceta un cultivo que yo asociaba a árboles y jardines”, explica. Sus reticencias se esfumaron cuando un antiguo cliente del local de hostelería que regentaba le enseñó “la colección enorme de variedades que había y que yo no conocía, se me abrían los ojos”. Él le regaló una Eugenia de Montijo de un rojo doble que aún conserva hoy en día, ella se enamoró de las camelias para siempre.

Fue entonces cuando poco a poco empezó a visitar jardines, a ver libros, a intentar catalogarlas, a conocer colores, variedades, a manejar el cultivo… a recorrer un largo camino de aprendizaje. “Fue un proceso de más de dos décadas. Una vez que entras en el mundo de la camelia a todo se llega, pero conocerlas es algo que lleva tiempo, se consigue poco a poco y con experiencia”. Ahora, 24 años después aún conserva una libreta con los planos de los jardines de la zona que iban recorriendo cada verano al principio en busca de planta hasta que comenzaron su propia selección de plantas madre.

A lo largo de estos años Soles y el equipo de camelia de Río Tollo han ido creando una colección propia de casi un centenar de variedades, aunque siguen apostando por la innovación y están estudiando más de 50 nuevas variedades. “El mundo evoluciona rápido. Queremos tener cultivos que nos identifiquen, que nos hagan más atractivos y marquen la diferencia”, explica Soles que, después de tantos años, se sigue “sintiendo como una ignorante en el mundo de la camelia, sobre todo cuando hablo con coleccionistas apasionados que conocen infinidad de especies. Y es que en el mundo de la camelia siempre estás aprendiendo, porque de una misma semilla te puede salir una variedad distinta, un híbrido nuevo”.

Soles ha ido creciendo con Río Tollo, y con el vivero sus obligaciones. Responsable de Recursos Humanos, está contenta de aportar su granito de arena en esta área porque tiene claro que “lo primero son las personas”. “Llevo muchos años, al igual que muchos trabajadores, y al final somos como una gran familia”.

Eso sí, echa de menos trabajar más en medio de las camelias. Su experiencia le dice que en cada parte del mundo el público prefiere unos colores u otros, más fuertes en Portugal, más cálidos en Inglaterra. Pero a ella le gustan “todas, la verdad. No llevo la cuenta de las camelias que tengo en casa, aunque al final le hice un poco de caso a mi madre y solo cultivo las justas. Por suerte, el resto las disfruto en el vivero”.